El nacimiento de Cuautitlán Izcalli

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La casa entre los árboles-leyenda náhuatl

Se dice que un dios del viento Echecatl, un día vio hacia la planicie, se dio cuenta de que estaba árido que era muy gris, Echecatl le gustaba viajar libremente por varias regiones que tuviera colores vibrantes, llenas de vida, entonces se fijó que esa región se veía triste, y decidió ponerle un poco de color.

Así que un día, sopló con mucha fuerza, sabiéndose genio con el movimiento del aire, arranco las semillas de algunos árboles, las fue maniobrando en el viento, las deposito con delicadeza en la tierra, de esa manera fue poniendo diversas semillas en diferentes lugares, con diversos tipos, para que brotaran arboles coloridos, robustos, de diferentes frutos y muy frondosos.

El dios del cielo veía con paciencia, su nombre era Itzamná, Echecatl, se dio cuenta que no era tan sencillo pues una semilla necesita de agua y tierra.

Tepeu sabía que Itzamná, era un dios sumamente bondadoso, se acercó a platicar con el dios del cielo, para que a su vez le dijera a Chaac, dios de la lluvia y de la fertilidad, que le ayudara a Echecatl, Tepeu sabía que Itzamná y Chaac mantenían una excelente relación.

La labor en equipo.

Chaac más que convencido de lo que le contaban Itzamná y Tepeu, se inclinó y accedió a la petición, él tenía el poder en sus manos para concluir el trabajo de Echecatl, así que decidió mandar la lluvia.

Echacatl tenía todo el poder para mover el viento y dirigió la lluvia con una inmejorable precisión, a la tierra en donde había depositado las semillas, también se hizo lugar para formar unos lagos, depósitos que recargaran a los ríos, él sabía que el agua era sabia y usarían su destreza para distribuir el agua directo a los árboles, vegetación y animales que ahí se encontraran.

Se dice que a veces, se reúnen todos los tres, para contemplar la grandeza de su obra, se llenan de júbilo al ver que los arboles dan vida y dan techo a las aves, estas, devolviendo el favor, cantan para deleitarlos, con la gracia de su vuelo, que siguen en el cielo revoloteando todo a su alrededor, la alegría con que baten sus alas tienen una gran magnificencia, en agradecimiento a sus benefactores es un estallido infinito de formas y contornos.

Los dioses aprecian mucho los trazos y figuras que forman las aves porque ellas aprendieron a comunicarse en códigos en sus diversos trazos.

Los dioses les dijeron “esa será su casa entre los árboles de las aves”.

 

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